El imperio de los signos de Roland Barthes
Ahora bien, sucede que en este país (el Japón) el imperio de los insignificantes es tan vasto, excede hasta tal punto la palabra, que el intercambio de signos sigue siendo de una riqueza, de una movilidad, de una sutileza fascinantes, a despecho de la opacidad de la lengua, a veces incluso gracias a esa opacidad.
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