Aprendiz de asesino de Robin Hobb
Y fue también en aquel instante cuando comprendí otra cosa: que yo no me parecía a nadie que conociese. Imaginemos que un niño crece en una aldea de ciegos, donde nadie sospecha siquiera de la existencia de ese sentido. El niño no tendría palabras con qué aludir a los colores, ni a los distintos grados de iluminación. Los demás no tendrían ni idea del modo en que ese pequeño percibe el mundo. Así me sentí en aquel momento [...]
|