El regreso del soldado de Rebecca West
La vida de la mente que puede ser controlada mediante el esfuerzo no es la que importa. Desde pequeños nos llenan la cabeza con ideas sobre el autocontrol, una especie de lacayo del alma que nos avisa: ‘Se acabó el tiempo, señores’ o ‘Ya es suficiente’. Pero eso no existe. En cada uno de nosotros existe un ser esencial que tiene sus propios deseos. Y si esos deseos son suprimidos por el ser superficial - ese ser que, como usted dice, nos obliga a hacer esfuerzos y por lo general con el único propósito de quedar bien delante de los vecinos- entonces se venga. Envía una obsesión a la morada de la conducta que ha erigido el ser superficial. Y dicha obsesión- debido a un giro que le confiere el ser superficial, que no es estúpido- no parece guardar relación alguna con el deseo suprimido.
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