Adiós, muñeca de Raymond Chandler
El matón trató de asestarle un golpe de rodilla en la entrepierna. El hombretón lo hizo girar en el aire y deslizó sus zapatos brillantes sobre el desgastado linóleo que cubría el suelo. (cap. 1)
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Adiós, muñeca de Raymond Chandler
El matón trató de asestarle un golpe de rodilla en la entrepierna. El hombretón lo hizo girar en el aire y deslizó sus zapatos brillantes sobre el desgastado linóleo que cubría el suelo. (cap. 1)
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El sueño eterno de Raymond Chandler
No me importa que se dé aires conmigo, ni que se saque el almuerzo de una botella de scotch. Tampoco me parece mal que me enseñe las piernas. Son unas piernas estupendas y es un placer contemplarlas. Como tampoco me importa que no le gusten mis modales. Son detestables. Sufro pensando en ellos durante las largas veladas del invierno. Pero no pierda el tiempo tratando de sonsacarme.
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El sueño eterno de Raymond Chandler
Me desperté con sabor a guante de motorista en la boca, bebí un par de tazas de café y repasé los periódicos de la mañana.
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El simple arte de matar de Raymond Chandler
Si releo mis propios cuentos, resultaría absurdo que no tuviese el deseo de haberlos hecho mejores. Pero si hubieran sido mejores no los habrían publicado.
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La dama del lago de Raymond Chandler
Con el polvo que tragué en aquel recorrido se habría podido hacer una bandeja entera de bollos de tierra.
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El largo adiós de Raymond Chandler
Me habría contado la historia de su vida si se lo hubiera pedido. Pero ni siquiera le pregunté cómo le habían destrozado la cara. Si lo hubiera hecho y me lo hubiese contado, es posible que se hubieran salvado un par de vidas. Sólo posible, nada más.
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La hermana pequeña de Raymond Chandler
Esta noche no eres humano, Marlowe. Tal vez nunca lo hayas sido y nunca lo serás. A lo mejor soy un ectoplasma con una licencia de detective privado. A lo mejor todos somos así en este mundo frío y en penumbras donde siempre sucede lo que no debería suceder.
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La hermana pequeña de Raymond Chandler
—Si tiene la intención de quedarse tan cerca de mí —dije—, tal vez sería mejor que se pusiera algo de ropa. Echó la mano hacia atrás y me sacudió un buen bofetón. Sonó tan fuerte como el portazo de la Gonzales, y dolió. Me hizo acordarme del chichón que tenía en la cabeza. —¿Le he hecho daño? —preguntó con suavidad. Asentí. —Me alegro. Tomó impulso y me abofeteó de nuevo, sólo que más fuerte. —Sería mejor que me besara —susurró. |
La hermana pequeña de Raymond Chandler
—Contigo podría hacer un bonito trabajo —dijo, sin quitarme los ojos de encima—. Un trabajo muy bonito. —Seguro que sí, inspector. Yo siempre me lo he pasado de maravilla en Bay City… mientras he estado consciente. |
La hermana pequeña de Raymond Chandler
Allí estaba ella. No hacía falta que abriera la boca para que yo supiera quién era. Nunca ha habido nadie que se pareciera tan poco a lady Macbeth. Era una muchachita menuda, pulcra, de aspecto bastante relamido, con pelo castaño liso y muy repeinado y gafas sin montura. Vestía un traje de chaqueta marrón, y de una correa que llevaba al hombro colgaba uno de esos ridículos bolsos cuadrados que te hacen pensar en una hermana de la caridad llevándoles los primeros auxilios a los heridos. Sobre su liso pelo castaño llevaba un sombrero al que debieron de separar de su madre cuando era muy pequeño. No llevaba maquillaje, ni pintura de labios ni joyas. Las gafas sin montura le daban un aire de bibliotecaria.
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La dama del lago de Raymond Chandler
—El problema que tiene el cuerpo de policía —dijo casi con suavidad— es muy complicado. Se parece a la política. Exige hombres de una honradez a toda prueba, pero tiene muy poco que ofrecer a ese tipo de personas. En consecuencia, tenemos que trabajar con lo que tenemos. Y lo que tenemos es esto. —Lo sé —dije—. Siempre lo he sabido. Y no crea que me amargo la vida por ello. Buenas noches, capitán Webber. |
La dama del lago de Raymond Chandler
"El empleado de la recepción ladró a espaldas de Degarmo como un foxterrier: —Un momento, por favor. ¿A quién desean cumplimentar? Degarmo giró sobre los talones y me miró sorprendido. —¿Ha dicho cumplimentar? —Sí, pero no le pegue. La palabra existe. Degarmo se pasó la lengua por los labios. —Sabía que existía. Lo que no sabía es que se utilizara. Oiga, amigo —le dijo al empleado—, subimos al 716. ¿Tiene algo que objetar?" |
Adiós, muñeca de Raymond Chandler
—De acuerdo —grité—. Subiré con usted. Pero deje de llevarme. Permítame que ande. Estoy perfectamente. Ya terminé de crecer. Incluso voy solo al cuarto de baño. Deje de llevarme.
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La dama del lago de Raymond Chandler
—Creía que habían limpiado esta ciudad —le dije—. Pensaba que un hombre honrado podía pasearse de noche por las calles sin tener que ponerse un chaleco blindado. —La han limpiado un poco —dijo—. Pero no quieren que quede demasiado limpia. Podrían ahuyentar al dinero sucio. |
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El largo adiós de Raymond Chandler
La primera vez que vi a Terry Lennox él estaba borracho en un Rolls-Royce modelo Silver Wraith delante de la terraza de The Dancers. (cap. 1)
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Todo Marlowe de Raymond Chandler
Mientras me miraba fijamente, su mano izquierda empezó a avanzar poco a poco hacia la pistola. Pertenecía sin duda a la Sociedad de la Mano Errabunda. Seguro que las chicas habían tenido más de un problema con él.
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El simple arte de matar de Raymond Chandler
La base emocional de la novela de detectives corriente era y sigue siendo la de que el asesinato siempre es descubierto y que la justicia triunfa. Su base técnica era la insignificancia relativa de todo, salvo el desenlace final. La base técnica de la narrativa tipo Black Mask consistía en que la escena era superior al argumento, en el sentido de que un buen argumento era el que producía buenas escenas.
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El largo adiós de Raymond Chandler
Todos los escritores son basura y yo soy uno de los peores. He escrito doce best-sellers, y si alguna vez termino ese montón de hojas que están en el escritorio es posible que haya escrito trece. Y ni siquiera uno de ellos vale la pólvora necesaria para mandarlo al infierno.
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El largo adiós de Raymond Chandler
—Lo tiene todo pensado, ¿no es eso, Marlowe? —He tenido tiempo suficiente. Sobre el señor Harlan Potter sólo sé que vale unos cien millones de dólares y que es el dueño de nueve o diez periódicos. ¿Cómo va la publicidad? —¿La publicidad? —Su voz adquirió la frialdad del hielo. —Sí. Ningún periodista me ha entrevistado. Esperaba hacer mucho ruido en la prensa con todo esto. Conseguir un montón de clientes. Detective privado prefiere ir a la cárcel antes que traicionar a un amigo. |
¿A quien baila Raquel en la fiesta en la casa de los hidalgo?