El sueño eterno de Raymond Chandler
Cuando se contrata a un fulano de mi profesión no se está contratando a alguien para limpiar ventanas; alguien a quien se le enseñan ocho y se le dice: «Cuando hayas acabado con ésas habrás terminado». Usted no sabe por dónde voy a tener que pasar ni por encima o por debajo de qué para hacer el trabajo que me ha encargado. Hago las cosas a mi manera. Y las hago lo mejor que sé para protegerlo a usted; puede que me salte unas cuantas reglas, pero me las salto en favor suyo. El cliente es lo más importante, a no ser que sea deshonesto. Incluso en ese caso lo único que hago es renunciar al trabajo y cerrar la boca.
|