Teclados de Raúl O. Artola
EL ECO DEL ESPEJO Como el preso que barrena el fondo de su celda y no halla nada no hace el túnel no ve luz se cansa solamente y ni una mano vieja encuentra en la tarea. Como el minero con su pico que abre paso en roca viva por metal o piedras o carbones sin descanso ni agua ni alimento hasta que baja el sol y se fatiga. Como el hombre vencido por algunas cuestiones con la vida que rema una chalupa en el desierto y no hay brazos que alcancen para mover esa madera seca y clavada en el sueño del agua. Como el niño que besa el vidrio del espejo y cree que besa a un niño que se le parece demasiado para ser real y siente que el frío de tan pulida superficie es peligroso como el hielo. Cae y golpea la nuca en una silla y no hay nadie y el grito que sale de su boca no se oye no es un grito es el espejo que repite el beso como un eco de los remos en la arena como el pico del minero o del preso que retumba en la nada de la inmensa soledad. |