Raquel Silva

No podía quererlo si no sabía cómo quererme a mí misma.

Trata de no nublar tu vida con escenas del pasado. Escucha a tu corazón y podrás ver las oportunidades que la vida pone en tu camino. No te quedes mirando desde el andén los trenes pasar.

Si quieres algo lucha por ello, pero no intentes derribar a aquellos que dan todo a base de mentiras y juego sucio, haciendo daño. El mundo está lleno de gente envidiosa que hace cualquier cosa excepto trabajar duro para conseguir aquello que se proponen, aunque eso signifique derribar a todo el que pueda hacerle sombra.

El mundo está siendo destruido y nosotros somos los culpables. Necesito que hagas magia, que le muestres a todos lo que estamos destruyendo y las consecuencias negativas de nuestros actos. Quiero que muestres la belleza que podemos encontrar si estamos en armonía con la naturaleza y el desastre de su destrucción.
La flora y la fauna del planeta se están extinguiendo poco a poco, el Ártico se derrite, la contaminación ambiental es innegable... Me gustaría que crearás tu magia y mostrarás al mundo el camino para detener esta catástrofe.

Voy a matarte, hacerte pedazos y enterrar tus huesos a tal profundidad que ni los paleontólogos serán capaces de encontrar tus restos.

En un rincón de la estancia seguía el mullido sillón que mi padre compró cuando yo tenía ocho años para que me sentara a leer mientras él trabajaba en sus casos. No puedo ni contar a cuántos lugares he viajado en ese sillón. Cogía un libro, me sentaba allí, y me perdía entre las páginas de ese mundo de papel.

Estaba cansada de escucharlas hablar de mí como si no estubiera presente, como si fuera un personaje de Los Sims al que podían manejar a su antojo. No me gustaba que la gente tratase de tomar decisiones por mí y mucho menos que trataran de cambiar quien yo era.

Trata de no nublar tu camino con escenas del pasado. Escucha a tu corazón y podrás ver las oportunidades que la vida pone en tu camino. No te quedes mirando desde el andén los trenes pasar.

En mi familia habíamos aprendido a decir antes de despedirnos, al salir de casa, antes de ir a dormir. Da igual si estás enfadado o no. Nunca sabes cuándo puede ser la última vez en decir aquellas palabras a quien quieres. No está de más recordarles lo que sentimos hacia ellos, sin dar por sentado que ellos conozcan dicho sentimiento. Porque damos por hecho que lo saben y no decimos nada hasta que lamentamos no haber podido decir una vez más aquellas dos palabras mágicas: .

Mi mirada se encontró con unos preciosos ojos color miel que me miraban curiosos, como si yo fuese un enigma perdido en el tiempo. En cuanto a mí, estaba paralizada.