Los besos no se gastan de Raquel Martos
El dolor activa los mecanismos que tenemos dormidos cuando todo va bien. Sacamos fuerzas de donde creíamos que no había y aprendemos a vivir sin lo que vamos perdiendo. Pero también es cierto que una parte de la luz que teníamos se va apagando. No son las arrugas las que dicen lo que hemos vivido, es nuestra mirada, en ella está dibujado cada minuto del dolor y, sobre todo, de resignación.
|