Carolina
Calle salió de la cárcel de Medellín con una serie de cartas en busca de señales de vida. Periodista, convertida en escritora de cartas por encargo y mensajera, se dirigió a entregar una de ellas a un pueblo de la costa caribe colombiana. Tenía apenas un par de datos y ninguna dirección exacta: el nombre de la destinataria y unas indicaciones vagas, la casa donde debía llevarla era de madera y techo de zinc y quedaba cerca de una ciénaga. Nada más.
Caminó, sudó, se perdió entre calles de distintos barrios, preguntó de casa en casa y, cuando estaba a punto de desfallecer, encontró a la destinataria, una mujer mayor que se echó la bendición cuando la periodista le mencionó a su hija, quien le enviaba una carta desde la cárcel. “¡Ay doñita, ¿le puede entregar unas palabras mías?”, le dijo la señora a Carolina. Había perdido contacto con su hija después de que se le dañó el celular por el que se comunicaban.
La periodista regresó a Medellín y se dirigió emocionada a la cárcel con las palabras de vuelta para la mujer presa. Pero cuando llegó le dijeron que Dina ya había salido en libertad.
Esta es la historia de una carta perdida que busca a su destinataria, de un grupo de mujeres recluidas en una cárcel de Medellín que aprende a escribir para mandar correspondencia a sus seres queridos y de una periodista que abandonó las redacciones de diarios y se convirtió en cartera. de Cartas de Puño y Reja, un libro que reúne misivas de amor por encargo.
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