Amor intempestivo: Un tríptico de Rafael Reig
Quería ser un maldito, pero no de inmediato, ya que me resultaba incómodo irme de casa (y tampoco quería darles ese disgusto a mis padres). Para ser un maldito me parecía aconsejable escribir primero una novela inmortal, pues si no, solo llegaría a simple perdulario, capigorrón azotacalles o vagabundo, e incluso si me hiciera llamar clochard, la perspectiva no ofrecía demasiados encantos. Más que dormir debajo de un puente (¿el de los Franceses?, ¿el de Juan Bravo sobre la Castellana?), deambular aturdido, rebuscar en papeleras y cubos de basura, y consumir vino en tetrabrik, mi objetivo era convertirme en una leyenda (tampoco con demasiada prisa). La obra maestra (O.M.) llegaría a su debido tiempo de forma natural.
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