Victoria. La odisea de Magallanes y Elcano de Rafael Marín
Tuvimos miedo, del primer al último hombre, en las cuatro naos supervivientes. Tuve miedo yo, a pesar del frío y la humadad que me calaba los huesos. Tuvo miedo Enrique el malayo, que había vivido tantas tormentas en tantos mares que se había imaginado a salvo de este tipo de muerte. Tuvieron miedo los capitanes, y los pilotos, y los pajes, y los grumetes. [...] Y tuvo miedo Magallanes: se le notaba en la tez enverdecida, en los ojos hundidos y la mirada febril, [...]. Miedo a la muerte o miedo al ridículo, eso ya no lo sé. Miedo a hundirse y hundirnos, ahora, por la imprudencia de dejar el santuario profanado de Puerto San Julián y lanzarnos de nuevo a navegar. Miedo al castigo divino de aquella maldición del cura abandonado en tierra que parecía habernos augurado, Miedo al miedo.
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