La chica de fuego y espino de Rae Carson
De un salto abandono nuestro refugio. Ximena grita algo indescifrable y trata de sujetarme por el brazo, pero yo me suelto. Me siento tan lenta al correr hacia mis esposo, con la tripa y los pechos sacudiéndose dolorosamente a cada paso. Al pasar junto al carruaje destrozado saco el cuchillo del corpiño. No sé lo que voy a hacer, pero no puedo dejar que Alejandro muera. Los hombres pintados rodean a mi esposo, inconscientes de mi llegada. Se acercan más mientras Alejandro esgrime su espada con el brazo bueno. Por mis mejillas caen lágrimas de desesperación cuando me lanzo contra el más próximo. Juntos caemos al suelo y me encuentro llorando y dando puñaladas una y otra vez hasta que el brazo se me vuelve resbaladizo y el hombro me duele por el impacto del cuchillo contra el hueso. |