Recompensa, una familia de Rosa Sáenz
—¡Adiós sabelotodo! Rebeca se sintió furiosa y sin darse mucha cuenta de lo que hacía le gritó. —Me llamo Rebeca. Arturo, sin volverse, detuvo su marcha al oírla. Rebeca se percató de lo que había hecho y cerró los ojos deseando retroceder en el tiempo tan solo un minuto. El patrón parecía disgustado por su osadía. Guardó silencio unos interminables segundos tras los cuales, volvió ligeramente la cabeza y mirándola de reojo preguntó. —¿Decías? Rebeca agachó la cabeza y con una vocecita casi inaudible repitió: —Que me llamo Rebeca. Arturo, aprovechando que ella ni le miraba, volvió a sonreír divertido ante el respeto que le infundía y antes de marcharse definitivamente añadió: —Intentaré recordarlo, sabelotodo. |