Eneida de Publio Virgilio Marón
…Iapis, hijo de Iaso, predilecto de Febo, a quien en otro tiempo el dios, llevado de un vehemente amor, dio ufano sus artes y todos sus dones, los agüeros, la cítara y las veloces saetas; él, por prolongar la vida de su desahuciado padre, prefirió conocer las virtudes de las yerbas y los usos de la medicina, y ejercer este arte calladamente y sin gloria […] Venus, condolida del inmerecido penar de su hijo, va a coger en el cretense Ida las vellosas hojas y la purpúrea flor del díctamo, bien conocido de las cabras monteses, heridas por veloz saeta. Trájolas Venus, envuelta en obscura niebla, las deslíe con agua en una fúlgida copa, les infunde ocultas virtudes y rocía el remedio con el saludable zumo de la ambrosía y con la fragante panacea; lava el anciano Iapis con él la llaga, sin conocer las virtudes, y de pronto huye del cuerpo todo el dolor; restáñase la sangre en el fondo de la herida, y siguiendo de suyo a la mano sin esfuerzo alguno, despréndese la saeta y Eneas recobra el usado vigor.
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