Los abismos de Pilar Quintana
Mi cuarto estaba en calma y afuera ni siquiera lloviznaba. La tempestad era en el cuarto de mis papás. Era la voz de mi papá. Una voz que le salía de adentro, no de su garganta sino de su barriga, como cuando antes de temblar la tierra ruge. La voz de mi mamá, una hebra delgadita, se percibía en los espacios que él dejaba. No se entendía lo que decían. Únicamente los gritos y la vibración. Únicamente la furia |