De bestias y aves de Pilar Adón
Y esa conciencia de lo accidental o tal vez de lo premeditado de manera inimaginable hizo que en ese momento, ahí, junto a las raíces del árbol, aplastada bajo el paño azul del cielo y próxima a un lago que no había visto, cercado por una roca, abriera la boca y empezara a gritar. Con la máscara griega del alarido adherida a la cara. Como en una obra de teatro.
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