Un domingo en el campo de Pierre Bost
Édouard, por delicadeza, redujo la marcha también, pero un poco más, y se quedó rezagado. Su padre giró la cabeza hacia él. -¿Cansado?- preguntó con voz vivaracha, un tanto irónica. Gonzague (Édouard) se molestó. Definitivamente , su anciano padre jamás comprendería las pequeñas atenciones que le dispensaban; sin embargo, no podía señalárselas...Un poco resentido, Gonzague pensó una vez más que la virtud está precisamente en llevar a cabo todos aquellos pequellos gestos en secreto y sin recompensa. |