El sueño de una cosa de Pier Paolo Pasolini
Y la luz del sol ya bajo, del cielo sin una sola nube, golpeaba oblicuamente, al ras, el campo demasiado verde, las casuchas del pueblo, manchadas de humedad y resquebrajadas por los largos ardores de los veranos, los huertos desiertos, los patios grises, en medio de los cuales, en el desorden de los gallineros y de los corrales, brillaba alguna vieja morera. Ya se sentía cercana la noche.
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