El colgajo de Philippe Lançon
La música de Bach, como la morfina, me aliviaba. De hecho, hacía más que aliviarme: eliminaba toda tentación de lamento, todo sentimiento de injusticia, toda extrañez del cuerpo. Bach descendía a la habitación y a la cama y a mi vida, a las enfermeras y al carrito. Nos envolvía a todos. A la luz de sus sonidos, todos los gestos se despegaron y la paz, una paz determinada, se instauró.
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