El colgajo de Philippe Lançon
A veces llegaba con un libro escondido debajo de la sábana: las Cartas a Milena de Kafka. Lo había abierto al amanecer, justo antes de la tercera operación, y fue mientras esperaba entrar en el quirófano tumbado en mi camilla, pegado a la pared, cuando, en ausencia de Annie, saqué el libro de debajo de la sábana y leí algunos pasajes, entre ellos este: «Así es, estás mal, tan mal como nunca desde que te conozco. Y esa distancia insuperable, junto con tu sufrimiento, actúa como si yo estuviera en tu cuarto y tú no pudieras apenas reconocerme y yo me moviera entre la cama y la ventana, de un lado a otro, sin recurso alguno, y no tuviera confianza en nadie, en ningún médico, en ningún tratamiento médico y no supiera absolutamente nada y contemplara ese cielo plomizo, que, después de todas las bromas de años anteriores, se me muestra en su verdadero desconsuelo…».
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