El chico de las bobinas de Pere Cervantes
Pero cómo contarle a tu esposa que son las manos que ya no la acarician las que ayudan a esa bestia a ejecutar sus fantasías más retorcidas. Que los ojos que la evitan son testigos de aquellas atrocidades que jamás confesará. Cómo contarle que una vez al día se le extravía la sonrisa mientras lucha por no llorar.
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