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Calificación promedio: 5 (sobre 10 calificaciones)
/En este vídeo, el comisario de la exposición, Ernesto Estrella Cózar, presenta esta muestra que reconstruye el amplio contexto del exilio intelectual español en Puerto Rico, atendiendo a la vida cultural diaria de estos exiliados (sus proyectos, sus publicaciones, sus colaboraciones y amistades). Entre los intelectuales y artistas españoles que hicieron de Puerto Rico su hogar y que participaron intensamente en la vida sociocultural de la isla están: Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí, Pau Casals, Pedro Salinas, María Zambrano, Jorge Guillén, Francisco Ayala, Federico de Onís o Aurora de Albornoz. Más info: https://www.accioncultural.es/es/el-exilio-intelectual-espanol-en-puerto-rico
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Pedro Salinas
¡Cuánto tiempo fuiste dos! Querías y no querías. No eras como tú querer. ¡Qué vaivén entre una y otra! A los espejos del mundo, al silencio, a los azares, preguntabas cuál sería la mejor. Inconstante de ti misma siempre te estaba matando tu mismo si con tu no. Y en el borde de los besos, ni tu corazón ni el mío, sabía que se acercaba: si era la que tú querías o la que quería yo. Cuando estabais separadas, como la flor de su flor, ¡qué lejos de ti tenía que ir a buscarte el querer! Él estaba por un lado. Tú en otro. Lo encontraba. Pero no sabía estarme con él, vivir asi separados o de tu amor o de ti. Yo os quería a los dos. Y por fin junto está todo. Cara a cara te misraste, tu mirada en ti te vio: eras ya la que querías. Y ahora os beso a las dos en ti sola. Y esta paz de ser entero, no sabe el alma quién la gano: si es que tu amor se parece a ti, de tanto estarle queriendo, eres ya igual que tu amor. |
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La voz a ti debida; Razón de Amor; Largo Lamento de Pedro Salinas
¡Qué alegría, vivir sintiéndose vivido! Rendirse a la gran certidumbre, oscuramente, de que otro ser, fuera de mí, muy lejos, me está viviendo. Que cuando los espejos, los espías -azogues, almas cortas-, aseguran que estoy aquí, yo inmóvil, con los ojos cerrados y los labios, negándome al amor de la luz, de la flor y de los hombres, la verdad trasvisible es que camino sin mis pasos, con otros, allá lejos, y allí estoy buscando flores, luces, hablo. Que hay otro ser por el que miro el mundo porque me está queriendo con sus ojos. Que hay otra voz con la que digo cosas no sospechadas por mi gran silencio; y es que también me quiere con su voz. La vida -¡qué transporte ya!-, ignorancia de lo que son mis actos, que ella hace, En que ella vive, doble, suya y mía. Y cuando ella me hable de un cielo oscuro, de un paisaje blanco, recordaré estrellas que no vi, que ella miraba, y nieve que nevaba allá en su cielo. Con la extraña delicia de acordarse De haber tocado lo que no toqué sino con esas manos que no alcanzo a coger con las mías, tan distantes. y todo enajenado podrá el cuerpo descansar, quieto, muerto ya. Morirse en la alta confianza de que este vivir mío no era sólo mi vivir: era el nuestro. Y que me vive otro ser por detrás de la no muerte. + Leer más |
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¿Por qué decidió el Principito dejar su planeta?