Un día de invierno de Paula Gallego
—¿Me quieres? —le pregunto, divertida. —No te quiero. Te quiero mucho —me corrige, sin inmutarse. No se avergüenza de lo que me acaba de decir, ni siquiera parece consciente de lo que significa para mí que me diga esas palabras. No comparte este momento conmigo, pero yo lo disfruto igual. Es esa inocencia y esa dulzura, esa forma simple y sin reparos de decir algo tan fácil, y que al resto nos cuesta tanto, lo que me hace quererlo con locura. |