Batir de alas de Paul Hoffman
—Alguien me ha salvado. ¿Pensáis que sería Dios? —¿Después de que le dijerais a la cara que no existe? —Puede que quiera destinarme a cosas mejores. —Debéis de tener un concepto muy alto de vos mismo. —En realidad no creo que fuera Dios: la mujer que me ha salvado no tiene ningún aspecto de ángel. Tal vez el demonio esté todo el tiempo detrás de mí. —O sea —dijo Poll desde la oscuridad—, que sigues siendo el elegido, y no solo un niño malo con extraordinarias dotes para el derramamiento de sangre. |