Que no panda el cúnico de Patricia Hervías
Quería irme a mi casa, cambiarme de ropa y encerrarme para no salir hasta que no pasara todo esto. Me apetecía lamerme las heridas un rato y que por un par de días, sólo un par, no me pasara nada más. Me prometí a mí misma que si ocurría eso, pondría una vela a la Virgen patrona de los torpes. O a la que nombraba mucho mi abuela la irlandesa, la Virgen del abrigo de pana.
|