El cementerio de barcos de Paolo Bacigalupi
Continuaron bebiendo mientras el pincho oxidado que había estado a punto de acabar con su vida pasaba de mano en mano. Contempló la posibilidad de transformarlo en un talismán, un adorno que podría colgarse al cuello. El alcohol lo calentaba por dentro y pintaba el mundo entero de rosa. Estaba vivo. Toda su piel vibraba de vitalidad. Incluso el dolor que sentía en la espalda y en el hombro, allí donde el pincho lo había traspasado, era agradable. Haber visto la muerte de cerca propiciaba que toda su vida refulgiera con fuerza. Giró el hombro y saboreó el dolor.
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