La aquileida de Padilla Libros
No tuve alimento alguno según lo habitual ni sacié mi hambre con el pecho, sino que tomé entrañas de grasa de leones y los tuétanos de una loba moribunda
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La aquileida de Padilla Libros
No tuve alimento alguno según lo habitual ni sacié mi hambre con el pecho, sino que tomé entrañas de grasa de leones y los tuétanos de una loba moribunda
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La aquileida de Padilla Libros
Soberano, te entrego a ésta, la hermana de nuestro Aquiles: pretendía llevar animosa más armas al hombro y el arco y, al estilo de las amazonas, rechazar el matrimonio
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Calla doliente, y oculta la impiedad que ya es de los dos, decide hacer cómplice del engaño solo a su nodriza
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Cuando la vio de lejos guiando el tropel de sus compañeras, el muchacho indómito, cuyo pecho no se había turbado por emoción alguna, quedó yerto y se empapó hasta los huesos de un fuego nuevo
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Pero el fiero Eacida, apenas descubre al alcance de su mano el destellante escudo, Cincelado con imágenes de batallas (y que casualmente estaba tiznado de rojo con los cruentos vestigios del combate), apoyado sobre la lanza, bramó y torció el gesto, y los cabellos se erizaron despejando su frente; en ninguna parte las consignas de su madre, ningun resquicio al amor oculto: Troya ocupa todo su corazón.
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La aquileida de Padilla Libros
De todas partes cada uno de nosotros, sin ser convocados, por propia voluntad, acudimos como vengadores. ¿Quién podría tolerar, en efecto, que con engaños ilícitos hayan de romperse los pactos nupciales y que con un simple rapto hagan de arrebatarse las esposas como su fuesen ganado, o rebaños, o simples haces de mies?
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La aquileida de Padilla Libros
Toma por el momento estás seguras vestiduras que en nada van a dañar tu ánimo viril. ¿Por qué vuelves la mirada? ¿Qué barrunts tu mirada? ¿Te avergüenza que con este ornato te vayas a ablandar? Por ti, querido niño, por las aguas cuya sangre llevo, te lo juro: Quirón no lo sabrá
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La aquileida de Padilla Libros
Las hermosas troyanas te aguardarán ya con lágrimas y llantos, y desearán entregar sus cuellos a tus cadenas y cambiar su patria por tu lecho; o quizás la misma Tindáride, loada en demasía por su adúltero rapto, llegue a ser de tu gusto
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La aquileida de Padilla Libros
Le coloca los vestidos. Entonces le hace relajar el tenso cuello, le hace bajar los hombros fornidos y aflojar los brazos robustos, y somete las greñas a un cierto arreglo, y coloca en el cuello querido sus propios collares
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La aquileida de Padilla Libros
Antes solía tolerar mis reconvenciones, seguir atento mis instrucciones y no se apartaba de nuestra cueva: ahora ni la Osa, ni el enorme Pelión, ni las nieves de Farsalia le dan abasto
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La edad de la inocencia