Todos mis veranos los pasé en Galvana de Pablo Sierra
En silencio miré hacia la pequeña Galvana. Un pequeño bloque de piedra que había resistido los envites del viento, del abandono, de la pobreza. Del paro y de la soledad. De inviernos asolados y veranos eternos. El castillo derruido que la coronaba era quizás la metáfora perfecta de lo que pudo haber sido y no fue. Ya no había voces de niños, ni tiendas de ultramarinos. Ya no quedaba nada.
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