Fábrica de prodigios de Pablo Andrés Escapa
No era poca la destreza del trilero; aun sabiendo que sus trasteos nacían del engaño, los ojos aprobaban fácilmente la ilusión de cada pase y no era posible percatarse de la trampa por más que se atendiera sin pestañear al viaje de las manos. (Pág. 195)
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