Olivia Ness

Enzo sí que captó algunas de esas miradas y sintió asco, asco de cómo algunos hombres trataban a las mujeres, como si fuesen presas de una cacería, de cómo las miraban, cómo les hablaban y cómo se creían con derecho sobre ellas sin tan siquiera conocerlas.

A veces, amar a otra persona no es suficiente.

Sus ojos se sentían atraídos de forma irremediable por los de él. Temía una mirada limpia, apaciguadora, calmada, como si tuviese todo el tiempo del mundo para escucharte y, además, le interesara lo que tenías que contarle.

Se amaban con esa clase de amor indiferente al tiempo, al desgaste o a las palabras. Por eso había sido incapaz de volver a verla durante todos esos años.
-Quizá tú y yo sea lo único para lo que nunca llegarás tarde.

-Además de la historia que guarda la ciudad, los franceses cuidáis cada detalle para que siga mereciendo el título de Ciudad de la Luz y sea una de las más bonitas del mundo.
-En realidad, yo no tengo mucho que ver en eso porque te recuerdo que no soy de esta parte de Francia. Pero coincido contigo en que París es una de las ciudades más bellas del mundo, pero no por ser París, sino porque hay personas que la embellecen con su presencia.

Tengo la vida que quiero y que he elegido yo. Si viene alguien, que sea para aportar; para restar, que se quede en su casa.

A veces, cuando menos te lo esperas, la vida da un vuelco y todo lo que habías planificado cambia de la noche a la mañana.

—Tenías razón, París es una ciudad preciosa.
—París no lucirá nunca tan hermosa como te veo yo ahora.

Creo que el destino está ahí, y nosotros decidimos como de lejos o cerca estamos de alcanzarlo.

—Te dije algo más. «París te espera en Navidad», pero, en realidad, quien te esperaba era yo.