Un arte espectral de Norman Mailer
Cualquiera que alguna vez haya sentido pánico en cualquier sentido auténtico sabe que es una experiencia casi insoportable; uno hará casi cualquier cosa para evitarlo.
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Un arte espectral de Norman Mailer
Cualquiera que alguna vez haya sentido pánico en cualquier sentido auténtico sabe que es una experiencia casi insoportable; uno hará casi cualquier cosa para evitarlo.
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Un arte espectral de Norman Mailer
Para repetirlo: la regla es que si te dices a ti mismo que vas a escribir mañana, entonces no importa lo mala que sea la resaca o lo prometedora que sea una invitación repentina por la mañana para hacer algo más disfrutable, si te sometes a esta imposición, este decreto que te obliga a ser confiable, entonces, después de cierto período de tiempo, el inconsciente, cuidando sus desilusiones, puede empezar a confiar otra vez en ti.
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Un arte espectral de Norman Mailer
En los primeros años de la escritura tiendes a forzar la narración y eso equivale a echarlo a perder todo. Lo fuerzas porque simplemente el inconsciente ya ha hecho su trabajo. Si insistes, la chatura del afecto será tu recompensa la temida antagonista: la nada. Eso es lo que aprendes con el tiempo.
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Hay un toque de bloqueo de escritor en cada día de trabajo. Forma parte de la experiencia de escribir. En los días felices, uno está escribiendo como si estuviera todo allí, un don.
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Supongan que la relación del inconsciente con el consciente es análoga a la de un esclavo griego cultivado al servicio de un amo romano abrumador. Si usamos esta idea como premisa de trabajo, podemos suponer que nuestro subconsciente está lleno de los tipos más tramposos de resistencia. Todo lo que el escritor recibe es una sensación de resentimiento opaco, tenso. Tal vez el incosciente no está dispuesto a sondear el material requerido. La forma aguda de esto es el bloqueo del escritor.
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El inconsciente necesita muy poca evidencia para armar un retrato comprensible porque es de suponerse que ya ha hecho la mayor parte de ese esfuerzo. Para emplear una analogía desdichada, es como si el inconsciente fuera una computadora poderosa que a menudo no necesita muchos datos nuevos para darle forma a un retrato, considerando cuánto material ya ha sido almacenado.
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Mientras vamos a través de la vida, después de todo, observamos a todos, deliberadamente o sin darnos cuenta. Tal vez, con el rabillo del ojo, captas en un restaurante a alguien que representa una inspiración o amenaza o posibilidad particular, potencialmente un amigo o enemigo... y el inconsciente se pone a trabajar sobre eso.
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En el curso de darle forma a un personaje, a medida que buscas en su existencia, invariablemente llega un punto en que reconoces que no sabes lo suficiente sobre la persona que estás tratando de crear. En estos momentos, doy por sentado que mi inconsciente sabe más que yo.
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Un corolario del narcisismo es, desde luego, la masturbación. Un autor está siempre consultando su mente, incluso mientras la mano interroga el pene. El acto de escribir está tan cerca del carácter psíquico de la masturbación que, si vamos a discutir el mundo del escritor, entonces tenemos que tratar con esto también. Es el trasfondo tácito detrás del epíteto escritorzuelo.
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Es parte de la ambigüedad del narcicismo, no sabemos si Miller podría haber escrito sobre tiranos y magnates de no haber conocido a June. Después se fue a vivir a París y aprendió a vivir con sus propios medios, habiendo llegado a una confluencia de su vida donde podía extraer una estética abrumadora e inolvidable de ogros y alcantarillas.
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Los narcisistas, después de todo, inducen la emoción en cada uno de los dos a través de sus mentes. No es tanto su carne la que es excitada como la vibración del rol. Sus relaciones son al mismo tiempo más eléctricas y más vacías, más perfectas y más huecas. Pero el hueco nunca parece llenarse. Así, el narcisismo puede ser una auténtica enfermedad, un desplazamiento biológico del impulso natural a desarrollarse uno mismo mediante las lecciones de la experiencia de uno: el narcisismo, por lo tanto, podría tener la misma relación con el amor que el onanismo tiene con la cópula o el cáncer con el crecimiento natural del tejido.
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El narcisista sufre demasiado de diálogo interior. El ojo de la conciencia está para siempre mirando su propia acción. Sin embargo un narcisista no es sólo un estudio sobre vanidad y absorción en sí mismo. Una parte del ser siempre está inmersa en estudiar la otra parte. El narcisista es el científico y el experimento en uno solo. La demás gente existe, tiene valor para el narcisista, debido a su capacidad particular de despertar un rol u otro en él mismo.
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Escribir también puede ser un modo de usar una presencia grande e incómoda en ti mismo. Es muy difundido, por ejemplo, que los pronógrafos terminan siendo impotentes. Es probable que se trate de un mito con cierta proporción de previsibilidad. Si trabajas duro con un músculo, tiende a desarrollarse; trabajado en exceso, puede romperse. Creo que a veces pasa lo mismo con la imaginación. Si la fuerzas demasiado, puede dejar de entregar algo. Escribimos novelas a partir de dos impulsos primordiales (además de ganar dinero y el deseo de ser famoso). Uno es comprendernos a nosotros mismos y el otro presentar lo que sabemos de los demás. Desde luego, a menudo es imposible comprender a otro a menos que haya sondeado el fondo de algunas preocupaciones en uno mismo. Por eso es que el escritor siempre corre el riesgo de usar su talento para la terapia, lo cual puede estar más cerca de la inanición que del arte.
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La mayoría de nosotros viajamos parte del camino hacia nuestra jungla y regresamos llenos de orgullo por lo que hemos desafiado y vergüenza por lo que hemos evitado, y porque somos hombres del medio y la vergüenza es una emoción que ningún hombre del medio puede soportar durante demasiado tiempo, actuamos como novelistas, lo cual equivale a decir que estamos llenos de spleen, chismes baratos, odio por el éxito de nuestros enemigos, envidia por la fortuna de nuestros amigos, ideólogos de un estilo de ficción que es únicamente el mejor (y es invariablemente nuestro estilo), y así hay una tendencia en nosotros a acercarnos a los libros de nuestros contemporáneos como un abogado de la defensa caminando hacia un testigo clave de la acusación. En su peor momento, el buen novelista promedio lee las obras de sus compañeros de mafia con una tensión subyacente: encontrar la falla, encontrar dónde el otro tipo engañó.
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El escritor, en especial el escritor estadounidense, no suele ser el sereno amo de su oficio; es más bien un ser que se aventuró en la jungla de su inconsciente para traer de regreso un sentido de orden o un sentido de caos; pasa a través de los arbustos en su sueño y, si es ambicioso, debe estar dispuesto a captar la espesa hostilidad del mundo. Si un escritor es realmente lo bastante bueno y lo bastante audaz, por la lógica de la sociedad se escribirá a sí mismo hacia el final de una rama que el mundo serruchará. No va necesariamente a su muerte, pero debe arriesgarlo. Y algunos, por cierto, van a su muerte; Thomas Wolfe muy en especial, disparando las pasiones que le pudrieron el cerebro en aquellas largas noches paranoicas en Brooklyn cuando escribía en un estado de exaltación y terror sobre la parte superior de un refrigerador. Y Hemingway, que desafió la muerte diez veces y la habría desafiado cien veces más para encontrar más arte, porque cada vez que pasaba a través de la muerte le era ofrecida la dulzura de la creatividad nueva.
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Hay un tipo de crítico que sólo escribe sobre los muertos. Ve a los grandes escritores del pasado como hombres sencillos. Nacieron con un gran talento, lo ejercitan y mueren. Críticos así ven la maestría en la obra; desatienden los fracasos sutiles del más valeroso intento y las horas dramáticas cuando el hombre da el salto para convertirse en un gran escritor. No comprenden que por cada gran escritor, hay cien que podían haber sido igualmente grandes pero carecieron del coraje.
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Un escritor, sin importar lo grande que sea, nunca es del todo grande; una pequeña parte de él está fallando seriamente. Tolstoi evadió las profundidades que Dovstoievski abrió. A su vez, éste, carente del sentido majestuoso de aquél para las proporciones de las cosas, huyó de las proporciones y exploró la histeria. Un escritor es reconocido como grande cuando su obra está terminada, pero mientras la está escribiendo, rara vez se siente tan grande. Es más probable que viva con la ansiedad de Mientras escribe, el escritor está reformulando su personaje. Es un hombre mejor y es peor, una vez que ha terminado un libro. Ha desarrollado algunas potencialidades, ha sacrificado algunos talentos. Ha hecho elecciones en su camino y las elecciones le han dado forma. Mediante esta comprensión, un genio es un hombre de talento amplio que ha tomado mucha buenas decisiones y unas pocas asombrosas. Ha tenido la inteligencia de disciplinar su cobardía y ha tenido el coraje de ser audaz donde otros podrían gritar demencia. Sin embargo, no importan cuan grande es su genio, podemos estar seguros de una cosa: podría haber sido aún más grande.
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La muerte de Hemingway fue aleccionadora para mí. Su suicidio fue tan hiriente como si tu propio padre se hubiera quitado la vida. Estuve pensando en la inolvidable observación de John Gardner acerca de que cuando un padre se suicida, condena al hijo al mismo fin. Bueno, desde luego, puedes ir al suicidio mediante más maneras que matarte. Puedes pudrirte por completo con demasiada bebida, con demasiados fracasos, con demasiada charla, con demasiadas alianzas alocadas y no logradas: Hemingway fue una gran influencia aleccionadora sobre todos nosotros. Uno aprendió a no vivir aires, y hacer lo mejor posible por evitar muchas noches -gracias a la obra de Scott Fitzgerald- en que uno sabía que eran las tres de la madrugada.
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Un arte espectral de Norman Mailer
Creo que Hemingway se metió en problemas porque tenía que sentirse a la altura de sus héroes. Eso se convirtió en una exigencia enorme. No podía permitir que un personaje de sus libros fuera más valiente que él en su vida privada. Es una exigencia hermosa, y ha honor en obligarte a adherir a semejante código, pero reduce la obra que puedes publicar. Aunque es legítimo escribir sobre un hombre más valiente que tú mismo, es mejor reconocerlo rápidamente como tal. Creo que podría poner a un campeón mundial de peso pesado en una novela y que fuera convincente, incluso entrar en su mente sin tener que ser el mejor boxeador-escritor del momento. Buscaría usar uno u otro de los pocos cristales que poseo relacionados con el esfuerzo extraordianario.
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Un arte espectral de Norman Mailer
Si puedes, creo que es una buena idea alternar las cosechas. Una vez que has escrito una novela que está basada en hechos y es realista y grande, horriblemente cercana a lo que pasó, entonces, es quizás una buena idea que tu próxima novela sea lo más extravagante posible. Sí, si puedes, alterna esas cosechas.
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La edad de la inocencia