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Cien noches en Andrómeda de Norma Estrella
(…) dijiste que ningún hombre te había hecho daño. Eva ladeó la cabeza. —Pues perdona que te diga, pero deducir de eso que soy bollera es tener una mente muy imaginativa. Él la miró con desconfianza. —¿No lo eres? Eva se encogió de hombros. —Adoro los donetes, pero esos son los únicos bollos que me como. |