Año uno de Nora Roberts
Nunca lo consiguieron, y tampoco dieron con los espíritus ni las hadas que los jóvenes sabían que deambulaban por el bosque. Si bien, durante una aventura de medianoche, cuando hasta el aire contenía la respiración, Ross juró que había sentido una oscura presencia, había oído el susurro de sus alas e incluso olido su fétido aliento.
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