Chilean Electric de Nona Fernández
Era una compañía alemana, dijo. Una que había llegado a instalar la luz. Eran muchos obreros y técnicos que desembarcaron con cables, ampolletas y alicates en la plaza de Armas, el primer lugar que se iluminó en todo Santiago. Dijo que el trabajo demoró años. No especificó cuántos, pero imagino que los suficientes como para que uno de esos alemanes conociera a una mujer y tuviera cuatro hijos chilenos con ella.
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