Ardiente verano de Noelia Amarillo
No es difícil sentirte diminuto cuando caminas bajo la sombra de cuatro gigantes de acero, hormigón y cristal de doscientos cincuenta metros de altura. No es difícil sentirte desamparado cuando la ciudad del oso y el madroño está desierta. No es difícil sentirte melancólico cuando todo lo que te rodea es silencio, calor y soledad. Así se sentía María ese viernes de mediados de agosto a las cuatro y media de la tarde: insignificante, solitaria y triste. |