No lo llames deseo de Noelia Amarillo
De nuevo volvía a ser el Calix lujurioso que necesitaba follar a diario. El sátiro disoluto entregado al sexo que se excitaba al más mínimo roce, aunque éste fuera indeseado o degradante. El inútil débil y manejable incapaz de tomar las riendas de su vida y comportarse como un hombre. El estúpido ciegamente enamorado de una mujer a la que no había sabido comprender ni contener y que lo había convertido en un pelele licencioso incapaz de controlar su libido.
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