Dime si fue un engaño de Nieves Hidalgo
Se quedaron mirándose como dos enemigos, conscientes cada uno del retumbar de su corazón, estúpidamente alborotado por la cercanía del otro. Phillip se maldijo por ello, pero una renacida necesidad de abrazarla lo acuciaba. ¡Si sería loco! Después de tanta vileza por parte de Chantal, de tanto tiempo abrasado por la ira que lo consumía, de tantas promesas hechas a sí mismo al calor del ron —lo único que lo había hecho olvidarla durante cortos períodos—, de acabar con ella si volvía a encontrársela, el recuerdo de sus besos aún lo aturdía.
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