Rivales de día, amantes de noche de Nieves Hidalgo
—(…) Solo que yo, cariño, no estaré nunca en tu lista de posibles candidatos a la vicaría. Así pues, no te debe importar si tengo defectos. —¡Por descontado que nunca lo tendría como postulante! —saltó ella como si acabaran de clavarle un alfiler en el trasero. Maine no contestó, solo la miró unos segundos. No pudo evitar sentirse enfurecido ante una afirmación tan categórica. De modo que él sería el último hombre en la tierra en el que pensara para casarse. Él quería permanecer soltero, pero eso era una cosa y otra que le dijeran a uno a la cara que no le consideraban siquiera. (…) |