Pim, pam, pum... Amor de Nick Spalding
Me enorgullece decir que no vomito. Ni tan siquiera cuando mi nariz es atacada por una ráfaga del horrendo aliento que emana de su boca, exquisitamente aderezado con el aroma de siete vodkas dobles con Red Bull. Su lengua se hunde en mi garganta con el afán aparente de lamerme los riñones. Me siento como John Hurt en Alien.
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