El libro del cementerio de Neil Gaiman
Vivos y muertos se cogieron de las manos y se pusieron a bailar.
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El libro del cementerio de Neil Gaiman
Vivos y muertos se cogieron de las manos y se pusieron a bailar.
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El océano al final del camino de Neil Gaiman
Las disculpas siempre llegan tarde, pero te agradezco la intención.
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El océano al final del camino de Neil Gaiman
Entonces pensé en mi corazón; me pregunté si seguiría estando allí aquel frío fragmento de puerta, y si, de seguir allí, era un regalo o una maldición.
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El océano al final del camino de Neil Gaiman
Cada cual recuerda las cosas de una manera; nunca encontrarás a dos personas que recuerden exactamente lo mismo, fueran testigos de ello o no. Dos personas pueden estar muy cerca la una de la otra, y sin embargo tener percepciones muy distintas sobre determinado asunto.
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El océano al final del camino de Neil Gaiman
Un relato solo importa, sospecho, en la medida en que los sucesos que narra cambian a sus protagonistas.
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El océano al final del camino de Neil Gaiman
Teníamos muy pocas cosas en común cuando yo era niño, y estoy seguro de que fui una decepción para él. Él no quería un hijo que se pasaba la vida enfrascado en la lectura, completamente ausente.
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El océano al final del camino de Neil Gaiman
Bastante duro era ya estar vivo, tratar de sobrevivir en este mundo y encontrar tu lugar en él, hacer las cosas que tienes que hacer para salir adelante, sin tener que preguntarte a cada momento si lo que acabas de hacer, sea lo que sea, es digno de alguien que ha… si no muerto, al menos, entregado su vida.
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El océano al final del camino de Neil Gaiman
Nada es nunca igual —dijo—. Así haya transcurrido un segundo o cien años. Todo está en continuo movimiento. Y la gente cambia igual que cambian los océanos.
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El océano al final del camino de Neil Gaiman
¿Debería confinaros en el corazón de una estrella oscura, para que sufráis vuestro dolor en un lugar donde cada instante dura mil años?
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El océano al final del camino de Neil Gaiman
No echo de menos ser un niño, pero echo de menos el placer que me producían las pequeñas cosas, por más que las cosas importantes se estuvieran desmoronando. No podía controlar el mundo en que vivía, no podía huir de las cosas, la gente o los momentos que me hacían daño, pero disfrutaba como un enano de lo que me hacía feliz.
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El océano al final del camino de Neil Gaiman
[...] tu corazón se pasará la vida anhelando algo que no puedes tener, algo que ni siquiera puedes llegar a imaginar, y ese anhelo no te dejará dormir, y te perseguirá durante toda tu vida, hasta que cierres los ojos por última vez.
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El océano al final del camino de Neil Gaiman
—¿Cómo vas a ser feliz en este mundo? Tienes un agujero en el corazón. Tienes dentro de ti una puerta que conduce a otro mundo más allá del que tú conoces.
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El océano al final del camino de Neil Gaiman
«Cuando yaces despierto con un deprimente dolor de cabeza y la ansiedad no deja lugar al reposo, entiendo que puedes usar el lenguaje que prefieras para soñar despierto.»
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El océano al final del camino de Neil Gaiman
[...] pero, cuando tienes siete años, la belleza es una abstracción, no un imperativo.
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El océano al final del camino de Neil Gaiman
Creía en ella, y eso significaba que sabía que no sufriría ningún daño a su lado. Lo sabía del mismo modo que sabía que la hierba es verde, que las rosas tienen espinas duras y afiladas y que los cereales para el desayuno son dulces.
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El océano al final del camino de Neil Gaiman
Ojalá pudieras explicármelo todo con claridad —le dije—. Me hablas en enigmas todo el rato.
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El océano al final del camino de Neil Gaiman
Pero es solo una fantasía —señalé, con la sensación de estar traicionando mi niñez al admitirlo—.
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El océano al final del camino de Neil Gaiman
Pensé en los adultos, y me pregunté si sería cierto lo que decía Lettie: que en realidad todos eran niños envueltos en un cuerpo adulto, como libros infantiles escondidos entre las páginas de un largo y aburrido libro para adultos, de esos que no tienen ilustraciones ni diálogos.
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El océano al final del camino de Neil Gaiman
Te voy a decir algo muy importante: por dentro, los adultos tampoco parecen adultos. Por fuera son grandes y desconsiderados y siempre parece que saben lo que hacen. Por dentro, siguen siendo exactamente igual que han sido siempre. Como cuando tenían tu edad. La verdad es que los adultos no existen. Ni uno solo, en todo el mundo.
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Cuando su padre envió a Coraline a contar los objetos azules, las puertas y las ventanas, ¿Cuantas contó de cada una?