Stardust de Neil Gaiman
En la constelación de Orión, una estrella relampagueó, chisporroteó y cayó. – Por un beso, y la promesa de tu mano – dijo Tristran grandilocuentemente –, te traería esa estrella fugaz. Tuvo un escalofrío, pues su chaqueta era muy fina, y además le resultó obvio que no iba a obtener su beso, cosa que hallaba desconcertante: los héroes viriles de los folletines y las novelas por entregas nunca tenían problemas a la hora de conseguir besos. – Muy bien, pues – dijo Victoria –. Si tú lo haces, yo lo haré. – ¿Qué? – dijo Tristran. – Si me traes esa estrella – dijo Victoria –, la que acaba de caer, no otra estrella cualquiera, entonces te besaré, y quién sabe qué más podría hacer. |