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A la caza del amor de Nancy Mitford
Ahí están, quietos como moscas fosilizadas en el ámbar de ese instante: la cámara hace clic y la vida sigue adelante, los minutos, los días, los años, los decenios...llevándoselos cada vez más y más lejos de esa felicidad y esa promesa de juventud, de las esperanzas que tía Sadie debía de haber depositado en ellos y de los sueños que habían soñado. Muchas veces pienso que no hay nada más dolorosamente triste que los viejos grupos familiares.
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