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/He venido escribiendo poesía influenciada por la ciencia, particularmente por la luz. Trabajé con un fotógrafo escribiendo a partir de fotos de una vieja casa en Irlanda. Me fascinó el proceso histórico de la fotografía, el movimiento de las ondas de luz. Desde muy joven he estado muy preocupada por el cambio climático y, al buscar un nuevo proyecto en el que trabajar, surgió la oportunidad de postularse para hacer una residencia en un museo en Groenlandia, donde estaría rodeada de hielo, en invierno. Así que decidí ir y escribir sobre el hielo.
Una de las cosas que me fascina es la forma en que esta sustancia se mueve a través de diferentes formas. Es como la vida humana cuando pasas del movimiento al descanso, el hielo cambia de estados, se mueve de sólido a líquido y esto realmente afecta a la historia del mundo, más allá de los glaciares.
Se trata de una biblioteca ¿cierto? y de alguna manera es mi lista personal de lectura. En realidad lo que une el pensamiento es solo mi propia fascinación. No soy científica pero busco ideas y tomo señales de la ciencia, entrevisto, por ejemplo, a científicos que están estudiando y recreando nuevas caras del hielo. De la filosofía escojo piezas de diferentes lugares y lecturas que parecen relacionarse con el hielo, como los antiguos griegos que creían que el hielo era una forma de piedra preciosa. Y así se va armando el libro, de cada parte saco estas brillantes pepitas de diamantes para unirlas y hacerlas brillar en el texto.
Como escritora me siento casi reacia a definirme como poeta o narradora. Obviamente trabajo dentro de formas específicas, en diferentes momentos y creo que la poesía está siempre ahí. Pero para mí, es un continuo. Me encantan los ensayos literarios y me encanta lo que puedes hacer con la prosa. Esta narración más larga que supuso el libro fue realmente emocionante y necesaria. Había escrito poemas sobre mi primera experiencia en Groenlandia con el hielo, los poemas eran principalmente sobre personas y se referían a la relación humana con el hielo y las formas, a través de la historia, en que la gente vive en esta isla. Pero para poder mirar ese entorno de una manera más amplia y abarcar cómo se hizo presente el hielo en mis viajes por todos esos lugares tan distintos, como Islandia y Suiza y luego, de regreso a casa, en Oxbridge, fue necesario tener un tiempo y una línea más larga de escritura.
Estuve en lugares con muy poca gente. Creo que el lugar más aislado en el que estuve durante la escritura de este libro fue en Islandia. Vivía en los fiordos del este, en la casa de un escritor de los años cincuenta que se había convertido en un refugio literario para escritores. Cuando el museo en el que trabajaba estaba cerrado y el personal se iba a casa, me quedaba realmente sola, estaba yo y las ovejas y eso a veces era bastante desalentador. Pero en otros lugares y en relación a cómo nos relacionamos con otras personas, había estado viviendo en Londres y Nueva York durante varios años antes de escribir este libro y hacer estos viajes y descubrí que en las comunidades, por ejemplo de Upernavik en Groenlandia, las personas que me rodeaban eran muy amables y acogedoras, tenía invitaciones a cenar todas las noches, me sentí, por primera vez en mucho tiempo, como en la comunidad en que crecí, en un pequeño pueblo de Escocia. Teníamos consciencia sobre los demás, a pesar de que la isla tiene una población de menos de mil personas no se sentía eso, no se sentía vacío.
Es una gran pregunta porque es, precisamente, la clave de mi fascinación por el hielo. Siempre me ha atraído la idea de temporalidad y la conmoción de las cosas que se pierden en todo el mundo, el proceso de descomposición. En el libro mencioné el trabajo del artista Robert Smithson quien explora la idea de atrofia en la naturaleza y la inevitabilidad del cambio. En términos de hielo, siempre estuve al tanto del movimiento y la interrupción, en Upernavik vivía al lado de uno de las agrupaciones más grandes de hielo que tallaban el mar. Veía icebergs moviéndose a lo largo del horizonte. Y realmente, cuando describe icebergs, dice que los ve no como objetos estáticos y hermosos, sino siempre como criaturas que tienen luces propias. Se vuelven cuando se derriten y el equilibrio de fuerzas dentro del bloque de hielo cambia. Entonces obviamente hay una animación, un movimiento. Pero creo que dada la crisis climática y nuestra conciencia de que las consecuencias del derretimiento del hielo para la vida humana en el planeta son realmente grandes. Y creo que eso me hizo más imperativo escribir el libro.
Aquí es donde entra la poesía. Amo las metáforas. Tal vez la poesía en el libro es la forma en la que respondes al lenguaje de las imágenes. Una de las imágenes del libro para mí es cuando los científicos perforan y obtienen testigos de hielo y si miras hay rayas que los atraviesan. Esto se describe en el capítulo dedicado a los científicos. Creo que la metáfora central está en la creación de una narrativa o de un nuevo lenguaje, esto realmente me emocionó cuando descubrí cómo los científicos tratan y denominan el hielo, es un nuevo idioma, como el esperanto en la noche, a principios del siglo XX que compite con lenguajes no humanos, por la forma en que habla la naturaleza, y en este caso por los mensajes que puede haber en el hielo. También encontré el mismo tipo de metáfora en otros aspectos, como los rastros que dejan los patinadores en una pista de hielo, puedes leer el movimiento, el patinaje artístico y las marcas circulares absolutamente hermosas. Y, en cierto modo es eso, seguir a las personas a través del hielo.
Cuando escribía el libro, me di cuenta que había muchos acercamientos diferentes a la narrativa polar, algunos se centran en la exploración del siglo XVII, encuentro entonces a hombres valientes tratando de acercarse a lo desconocido. Cada historia que leía me arrojaba a otra distinta pero en todas ellas veía que los exploradores realmente no se preocupan por las personas que ya están en los lugares que descubren y en ese sentido quería encontrar la manera de contar esas historias. Por otro lado me emocionaron mucho las exploraciones artísticas y científicas que descubrí y cómo podía trazar paralelismos y comparaciones entre todo eso y mi trabajo sobre el hielo. Pero sin duda las personas, con las que más privilegiada me sentí de haber hablado, fueron los cazadores de Groenlandia, obtener de ellos el conocimiento tradicional y cómo se presenta la relación con el hielo en sus hogares, la preocupación por el cambio climático desde su mirada, es sobre estas cosas que yo quise escribir más.
Esto es realmente interesante porque el tiempo en el que estuve escribiendo el libro, durante siete años, también ha sido el momento de involucrarme en las redes sociales y esto de cambió mi enfoque de la vida y la lectura. Me encantan las bibliotecas y me siento realmente preocupada por las bibliotecas estatales en el Reino Unido en este momento. Cuando era niña solía ir y llevarme las novelas que leía, era una lectora voraz. Pero esto no está en el libro, ya que ahí aparecen las bibliotecas institucionales como el Scott Polar Research Institute, son lugares ligeramente diferentes. Y aunque amo las redes sociales y me encanta Twitter, creo que de alguna manera también se debe escapar y encontrar calma y para eso están las bibliotecas.
Después de escribir este libro, me designaron en Reino Unido para un proyecto gubernamental para escribir poemas sobre las 2000 millas de vías fluviales en el Reino Unido. Fue un proyecto de dos años y fue realmente intrigante dirigir mi atención a otras vías fluviales. Pero había una conexión muy agradable para mí con una de las cosas que traje de Groenlandia, mi amor por estar en el agua y el kayak. Entonces decidí que, ya que no podría vivir en Groenlandia para siempre, llevaría parte de su cultura a casa y empecé a navegar y a escribir un libro que sale el próximo mes y trata de la navegación.
Zami de Audre Lorde. En esta «biomitografía» la poeta aborda su infancia y juventud en Manhantan de los años treinta y en un viaje a México se evidencia cómo crece la confianza en sí misma como escritora y como mujer. Lo leí cuando yo misma vivía en Manhatan a mis veinte años.
La poeta danesa Inger Christensen. Adoro su Alfabeto, una fusión elocuente y experimental de la ciencia y el arte en la que la crisis ecológica es el punto de partida para una secuencia visionaria sobre la existencia y la memoria, que comprende casi variedad infinita de cosas cotidianas, desde hielo, diversas especies de árboles y plantas hasta cosas metafísicas como la soledad.
Ulises de Jame Joyce. El bibliotecario de mi escuela me había dicho que era una novela que nadie había terminado de leer, inmediatamente lo tomé prestado y pasé un feliz verano revolcándome en la prosa lúdica y elegante de Joyce, los detalles de un día deambulando por Dublín. Me gustó que cierre el libro, con la frase «Dublín - París - Trieste » para mostrar dónde había sido escrito, el sentido oblicuo de sus propios viajes enterrado en esas tres palabras.
No tengo mucho tiempo para releer, pero al menos una vez al año regreso a la escritura de Tove Jansson. Sus novelas son cautivadoras, pero a menudo, en invierno, quiero leer los sus libros para niños, tal vez La familia Mumin en invierno o Moominvalley en noviembre. Me gusta mucho la inquietud sobre el clima que hay en esos libros, escritos hace más de cincuenta años.
No siento vergüenza pero un día realmente debería terminar de leer Moby Dick, está siendo un viaje muy largo.
¡Me parece una pregunta imposible! Hay clásicos que no disfruté, pero esto no significa que no deberían ser importantes para los demás. Sin embargo, no me gustaría ir de viaje con Jack Kerouac.
This Is The Place To Be, la brillante memoria de Lara Pawson sobre el tiempo que pasó trabajando en África como corresponsal de noticias en Angola y en Costa de Marfil, y luego regresó a las calles de Londres. Pawson escribe con entusiasmo e ingenio y hábilmente revuelve la narrativa convencional tejiendo cuentos fragmentarios a través de límites de tiempo y lugar.
«Pero necesitamos los libros que nos afectan como un desastre, que nos entristecen profundamente, como la muerte de alguien que amamos más que a nosotros mismos, como ser desterrados a bosques lejos de todos, como un suicidio. Un libro debe ser el hacha del mar helado dentro de nosotros». Franz Kafka, carta a Oscar Pollak, 27 de enero de 1904 en Cartas a amigos, familiares y editores, traducida por Richard y Clara Winston.
La novela River, de Esther Kinsky, en la que «cada río es una frontera ». El agua que fluye divide y conecta ciudad y país, pasado y presente. La autora recorre los pantanos en ruinas alrededor del río Lea: un desaliñado afluente del Támesis que se abre paso a través de Londres, «golpeado y desordenado por los tiempos», y vuelve a visitar las vías fluviales recordadas no solo en Alemania, sino también en Canadá, Croacia, Hungría, India e Israel.
Gregorio Samsa es un ...