Máximo Huerta

Lo no dicho es, en ocasiones más importante. Porque pesa, porque no cabe por la boca, porque palpita en el silencio.

Mientras nos que de algo de tiempo y un mínimo de salud no renunciemos al placer de conversar, a la belleza de personas y obras, a las risas con amigos, a acariciar un perro.

Hoy siento que tengo el deber de hablar de ella porque la conocí, la quise y su anillo brilla en mi anular mientras escribo. ¿Quién más la recuerda?

La vida se corta. No avisa al llegar y disimula al irse, si quiere. Si le apetece. La vida no toca el timbre porque tiene llaves para entrar y salir, y un día, cuando a ella le da la gana, le hace copias a la muerte. Toma, le dice. Para que te vayas.
Y va.
Claro que va. Y vienen
Bofetón de dolor.

Me doy cuenta de que la pobreza, hasta bien alimentados, se queda en la piel. No dejamos de ser pobres ni con dinero.

Donde esté tu madre está tu casa.

Me doy cuenta de que la pobreza, hasta bien alimentados,
se queda en la piel. No dejamos de ser pobres ni con dinero.

Supongo que mi padre se arrepintió, como debió de arrepentirse de todo toda la vida. Pero era terco, con
esa tozudez del que no cede por que cree que es menos hombre, como se decía entonces. Y fue de esos que comprendieron, herencias recibidas, que tenerle miedo al padre era igual que respetarlo.

Fue enterrado en la parte nueva del cementerio, donde todavía daba mucho sol porque no había construcciones, sin foto, solo su nombre y las correspondientes fechas que marcan una vida finita. De tal a tal, como si al morirse no siguiera el recuerdo.

Mirar no es lo mismo que saber. Como oír no es lo mismo que escuchar.

Como un trofeo de caza guardado en el almacén, un trasto convertido en niño, olvidado

Solo miro al pasado para ver si encuentro en él algunas respuestas a las preguntas que tengo en el presente.

Las cosas que me rodean están por descubrir. Vamos por la vida con demasiada prisa.

Don de esté tu madre está tu casa.

Miguel Delibes decía que ir al campo era como lavar la mente.

Esos sois los lectores. Habitantes de casas que hemos ido construyendo mientras nadie mira, tal vez algún abuelo; donde quedan pájaros atrapados al poner el tejado, donde duermen los gatos sin nombre, donde —ay, mamá— quedan también los orines y los corazones de tiza de dos iniciales. Eso es la obra.

El veneno de los años va entrando poco a poco, destrozando todo lo que encuentra a su paso, como el viento, golpeando la cara, los huesos y las paredes.

El tiempo no es bueno llevarlo atado. Es un invento.

El peor sentimiento no es estar solo. Es ser olvidado por alguien que tu nunca vas a olvidar.

Soy de pueblo. Y en los pueblos la vida es como un ultramarinos donde todo sucede cerca, donde todo lo encuentras y hasta la muerte coincide con la
calle de la vida por donde pasa la fiesta y la procesión.