Crimen en la posada «Arca de Noé» de Molly Thynne
—El tema es más bien si el ladrón nos va a molestar más a nosotros —señaló—. Odiaría perder mis perlas, ¿sabe? Tampoco deseo ser asesinada en mi propia cama. El doctor Constantine parece estar seguro de que es alguien de dentro de la casa, y que sigue aquí. No es una perspectiva muy alentadora. —Lo único que se puede hacer es cerrar las puertas y ventanas, y dejar que Bates lo atrape. —O dormir con un atizador bajo nuestras almohadas —sugirió dulcemente. Stuar gimió. —De modo que esas tenemos, ¿verdad? En mi defensa, me gustaría manifestar que el atizador era de la señorita Adderley, y que ella, literalmente, me obligó a aferrarlo. De haber tenido elección, habría cogido algo mucho más adecuado y contundente. |