El pan a secas de Mohamed Chukri
-Siéntate-me dijo-. Todo esto nos pasa por gustarnos el vino y las mujeres en un país musulmán gobernado por cristianos. No somos ni musulmanes ni cristianos. Me senté a su lado, frente a los dos jóvenes que se habían despertado. El suelo estaba helado. En las paredes y en el techo había manchas de humedad. En una esquina, una letrina y un grifo. Aquella celda carecía de cualquier cosa que fuese de primera necesidad; era una forma más de castigar a los presos. |