Mijaíl Bakunin
Pero ninguna religión impulsó tan lejos el culto del individualismo como la religión cristiana. Ante las amenazas del infierno y las promesas absolutamente individuales del paraíso, acompañadas de esta terrible declaración que sobre muchos llamados habrá sino muy pocos elegidos, la religión cristiana provocó un desorden, un general "sálvese quien pueda"; una especie de carrera de apuesta en que cada cual era estimulado sólo por una preocupación única, la de salvar su propia alma. Se concibe que una tal religión haya podido y debido dar el golpe de gracia a la civilización antigua, fundada exclusivamente en el culto a la colectividad, a la patria, al Estado y disolver todos sus organismos, sobre todo en una época en que moría ya de vejez.
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