Allister Z y la maldición de los gatos negros de Miguel Aguerralde
—¿Y tú qué eres? —le preguntó. —Se llama Allister y es uno de nosotros —respondió por el Olivina con un tono seco que no admitía respuesta. |
Allister Z y la maldición de los gatos negros de Miguel Aguerralde
—¿Y tú qué eres? —le preguntó. —Se llama Allister y es uno de nosotros —respondió por el Olivina con un tono seco que no admitía respuesta. |
Allister Z y la maldición de los gatos negros de Miguel Aguerralde
Las yemas de sus dedos despedían pequeñas chispas como las que emiten los cables de luz cuando están mal pelados
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Despiértame para verte morir de Miguel Aguerralde
Dicen que hay gente que vive de su pasado. Ahora sé que, a veces, es el pasado el que vive de uno.
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Himeko y otros cuentos lúgubres de Miguel Aguerralde
El viento mecía las ramas del árbol seco balanceando el cuerpo desnudo como un péndulo indecente.
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Himeko y otros cuentos lúgubres de Miguel Aguerralde
Lo que voy a contarte no debe salir de aquí. Te lo cuento porque sé que tú no se lo dirás a nadie, pero lo que nos sucedió en el callejón de la Sangre no fue un accidente. He preferido callar, hacerme el que no sabe, recibir las acusaciones y la tormenta de cargos porque una locura fingida resultará más creíble que la auténtica realidad. Te lo cuento ahora porque sé que, haga lo que haga y diga lo que diga, esta pesadilla me acompañará hasta la tumba. Porque es verdad. Todo es verdad. |
La chica que oía canciones de Kurt Cobain de Miguel Aguerralde
Prefiero quemarme, que apagarme lentamente.
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Despiértame para verte morir de Miguel Aguerralde
Para describir el infierno hace falta estar en él.
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La chica que oía canciones de Kurt Cobain de Miguel Aguerralde
Creo que buscas algo, algo que necesitas, pero no sabes pedirlo.
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La chica que oía canciones de Kurt Cobain de Miguel Aguerralde
Mi cabeza estaba atascada muy lejos de allí, en alguna canción de nirvana.
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Despiértame para verte morir de Miguel Aguerralde
No siento dolor porque ya todo lo es, formo parte de él. Soy suyo. Vivo dentro del dolor.
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Allister Z y el ciclo del hombre lobo de Miguel Aguerralde
En la batalla que estaba a punto de tener lugar no había favorito claro. La experiencia contra la juventud, la fuerza contra la insolencia. los dos competían por defender el mismo espacio, por el mismo lecho, por el cariño de la misma mujer.
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Allister Z y el ciclo del hombre lobo de Miguel Aguerralde
De repente estiró los brazos hacia la cancela y aferró los barrotes con unas manos que ya no eran humanas, si no que eran garras también cubiertas de pelo.
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Allister Z y la maldición de los gatos negros de Miguel Aguerralde
... el padre de Olivina seguía dándole vueltas a porque no podía haberle salido la niña normal y aburrida, en lugar de semejante terremoto. Desde luego sus compañías no eran las más idóneas para tener una infancia tranquila: un loco de la informática, una inventora demasiado creativa, un forzudo deportista sin miedo a nada y un horripilante niño muerto y resucitado.
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Himeko y otros cuentos lúgubres de Miguel Aguerralde
Pero ¿cómo sería?¿Qué es un hombre unido a una cucaracha? Brad Stevenson se llevó muy despacio el insecto a su boca, si quería contarlo debía vivirlo. La cucaracha parecía mirarle, agitaba sus patas quizá con la misma repulsa que él.
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Himeko y otros cuentos lúgubres de Miguel Aguerralde
El encapuchado observaba en silencio, recibiendo estoico las todavía tímidas gotas de lluvia y acariciando cada poco a su caballo. Una vez que los cuervos abandonaron el cadáver, el jinete desenvainó su espada y con un tajo rápido cortó la soga.
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Despiértame para verte morir de Miguel Aguerralde
—¡Abogado! —gritó, pero aquella no era su voz, era como si el mismo Satanás me llamase a través de él. Los guardias intentaban arrastrarlo fuera de la sala, pero aun así los últimos ecos de sus aullidos me llegaron como una sentencia— ¡Algún día, abogado! ¡Algún día tú arderás conmigo en el infierno! |
En la oscuridad de Miguel Aguerralde
[…]Se cuenta que existe una familia en algún lugar del pinar. Una familia de frikis, de bichos raros, que no se mezcla con la gente. —Bebió un trago y se acercó más a su padre—. Dicen que son caníbales y que no pueden dejarse ver porque esconden a un niño deforme, un monstruo al que alimentan con la carne de los campistas que atrapan. Susie resopló reprimiendo una risa. Matt la miraba sintiendo cómo un escalofrío helaba su carne. |
El fabricante de muñecas de Miguel Aguerralde
Los gritos de las chicas se perdieron en el laberinto de pasadizos mientras el conductor retrocedía a su escritorio y alargaba el brazo hacia un panel de controles de luz situado en la pared. Le apetecía jugar un rato, volver a ver el terror en sus ojos. Damián apagó las luces del búnker. Se pasó la lengua por los labios. Yetch. «Esto va a ser divertido», pensó |
Caminaran sobre la tierra de Miguel Aguerralde
Los porrazos en las tapas de madera eran persistentes, rebotaban como el eco en las paredes del tanatorio.
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Caminaran sobre la tierra de Miguel Aguerralde
Primero fue un golpe, pero los gritos y los gruñidos llegaron tan rápido que resultó imposible distinguir el orden. La tapa del primer ataúd saltó por los aires, la del padre de Jaime y Sergio se sacudía como si el viejo Perea quisiera abrirla desde dentro. |
La edad de la inocencia