Ultima parada: la casa de las muñecas de Miguel Aguerralde
La luz se encendió de pronto y la súbita claridad le hizo daño. Llevaba tanto tiempo a oscuras que se había olvidado de que tenía los ojos abiertos. Estaba tirada en el suelo, desnuda. Las lascas de cemento y un frío helado se clavaban en su cuerpo. Probablemente tuviera una pierna rota.
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