Melocotón loco de Megan Maxwell
Y todo fue de mal en peor. A partir de ese día cada vez que Rodrigo aparecía por casa para buscar a Iris algo le sucedía. Su presencia le imponía tanto que se ponía nerviosa como una colegiala, se daba golpes contra las cosas y tenía las piernas llenas de cardenales. Con disimulo, lo observaba. Aquel bombero que apenas la miraba conseguía que las tripas se le encogieran y el corazón le palpitara descontroladamente. ¿Por qué tenía que ser tan sexy? Hasta que un día, tras casi llevarse un dedo al oír su voz mientras cortaba jamón, fue al baño, se miró en el espejo y susurró, convencida: —Vale. Me rindo. Me gusta Rodrigo. |